viernes, 12 de agosto de 2011

Los Argumentos a favor de la existencia de Dios

La importancia de la demostración de la existencia de Dios

Todas las culturas tienen palabras para referirse a seres sobrenaturales, muy poderosos, a los que les atribuyen, entre otras cosas, la creación de la vida y del universo. Algunas de esas culturas creen fervientemente, además, en la existencia de seres de ese tipo. De hecho, sólo un reducto, un sector muy pequeño de la población humana, puede decir con sinceridad que no cree en ellos. Los dioses, o lo que se cree de los dioses, son de apariencia diversa. Algunos tienen forma humana (antropomorfos); otros tienen forma animal (zoomorfos); otros toman la forma de objetos tales como los volcanes, el viento o el océano; también los hay carentes de forma (amorfos). Algunas sociedades creen en varios dioses (politeísmo) y otros sólo en uno (monoteísmo). Independientemente de cuál sea la creencia, estos dioses cumplen funciones diferentes. En efecto, no sólo son los creadores del universo; también son causantes de la calamidad y de la enfermedad, del bienestar y de la prosperidad; son los que diseñan las leyes, las normas y las costumbres, los que vigilan su cumplimiento y aplican los castigos; son protectores, personas que brindan consuelo o dan compañía, o son enemigos, destructores y malhechores. Piénsese por un momento que el mundo se vuelve ateo. ¿A quién recurrirían los solitarios? ¿Quién nos protegería de los asaltantes? ¿En quién confiaríamos ante la incertidumbre? ¿Quién le haría frente a las cosas que los hombres no pueden resolver por sí mismos? No cabe duda de que, al menos por un tiempo, el mundo sería un caos, la maldad y la depresión se apoderarían de muchos de nosotros; de ahí que demostrar la existencia de dios sea para algunos una cuestión tan importante.

La idea cristiana de Dios

Para el occidental cristiano sólo hay un dios y éste es a la vez uno y trino. Cómo puede ser una misma persona tres a la vez es uno de los misterios de la iglesia cristiana. Sin embargo, los cristianos se consideran monoteístas y tienen diversos nombres para su dios: “Jehová,” “Yahvé,” “el padre,” “el hijo,” “el espíritu santo,” “Cristo,” “Jesucristo” o simplemente “Dios.” Los cristianos orientales también tienen estas creencias, pero no aceptan la autoridad papal, al igual que los cristianos protestantes. Para la mayoría de los cristianos, el ser al que llaman Dios es el creador del universo, el dador de las leyes, la persona que los protege de los males o calamidades. Sin embargo, modernamente ha sido cuestionada fuertemente su existencia diciendo que no hay prueba de ella y que los argumentos dados a su favor no son buenos. La mayoría de estos argumentos fueron compuestos en una época en la que no se cuestionaba la existencia de Dios y las pruebas se buscaban sólo por el deseo imperioso de conciliar la fe con la razón. Examinaremos a continuación algunos de esos argumentos, más otros muy populares en nuestra época, a saber: el argumento ontológico, el argumento causal, el argumento de la contingencia, el argumento de los milagros, el argumento de la experiencia mística, el argumento de la utilidad y el argumento teleológico.

El argumento ontológico. Este argumento fue formulado por el filósofo San Anselmo, cuya vida transcurrió en la última centuria del dominio de la dinastía carolingia, en plena época medieval. Siendo fiel a la premisa de los medievales de conciliar fe y razón, intentó dar un argumento a favor de una creencia que aceptamos por fe: la creencia en la existencia de Dios. Este argumento decía así: una cosa que existe es más perfecta que una que no existe; podemos concebir el ser más perfecto de todos; ese ser es Dios; por lo tanto, Dios debe existir, puesto que si no existiera no sería el ser más perfecto de todos. Para los medievales un ser perfecto era un ser que tuviera en grado sumo todas las cualidades consideradas deseables, llamadas por ellos perfecciones. Una de esas cualidades era la existencia y, puesto que Dios es el ser que posee todas las perfecciones, la existencia debe ser una de sus cualidades.

Varias críticas se le pueden hacer a este argumento. En primer lugar está basado en una idea de perfección que no necesariamente todas las personas deben compartir. No todos creerán que las cosas que existen son más perfectas que las que no existen. Es más, puede haber personas que digan que no existir es mejor que existir y desde ese punto de vista el argumento de San Anselmo no funcionaría para los que tuvieran esta creencia.  

Otra crítica afirma que el argumento de San Anselmo es tramposo porque define a Dios como el ser más perfecto de todos y luego, de ahí, deriva que existe. Si yo definiera, por ejemplo, a Siod como el ser más perfecto de todos, sería fácil para mí demostrar la existencia de Siod. A lo anterior, podría responderse que Siod no es más que una forma distinta de llamar a Dios porque sólo un ser posee todas las perfecciones. Pero, entonces, debería demostrarse justamente esto: que sólo un ser posee todas las perfecciones y luego demostrar que ese ser es el mismo que le habló a Moisés y el mismo que murió por nosotros en la cruz.

Tal vez la crítica más fuerte que se le ha hecho al argumento ontológico es que está basado en la idea de que la existencia es una cualidad, siendo que esto no es cierto. Una manera psicológica de ilustrar ese punto es la siguiente: imagínese usted un caballo blanco; ahora imagínese que el caballo cambia de blanco a negro. El cambio es evidente, por eso el blanco y el negro son cualidades. Pero ahora imagínese a un caballo blanco y luego imagínese ese mismo caballo blanco, pero existiendo. ¿Qué cosa ha cambiado en la imagen? Nada, el caballo blanco existente sigue siendo el mismo caballo blanco que imaginamos al principio. La existencia no agrega ninguna cualidad a los objetos, a diferencia del color o de otras cualidades como tener alas o cuernos.   

Pero hay otra manera más elegante de probar que la existencia no es una cualidad. Esta se encuentra inspirada en el análisis lógico contemporáneo de las oraciones. La demostración se la debemos a filósofos como Frege y Russell, aunque Kant, en su Crítica de la Razón Pura ya afirmaba que la existencia no era una propiedad. La demostración es la siguiente: la frase “los unicornios tienen cuernos” se puede parafrasear como “si hay (existe) algo que sea unicornio, tiene un cuerno.” De acuerdo con este mismo análisis, si la existencia es una cualidad, “los unicornios existen” debería traducirse como “si hay (existe) algo que sea un unicornio, este existe” lo cual es una tautología. Pero si esto es así, al decir “los unicornios no existen” estaríamos diciendo “si hay (existe) algo que es unicornio, este no existe” que es una flagrante contradicción. De la misma forma, al decir “Dios existe,” no estamos diciendo “hay algo que es Dios y que existe” pues si ello fuera así podríamos decir “hay algo que es dios y no existe” o sea “existe algo que es dios y no existe” lo cual es contradictorio. Lo único que decimos cuando decimos “los unicornios existen” es “hay  unicornios” y lo único que decimos con “Dios existe” es “hay algo que es Dios.” Así, pues, al decir que algo existe no estamos agregando otra propiedad, tan sólo estamos diciendo que hay algo que tiene ciertas propiedades o cualidades y nada más.  

El argumento causal. Este argumento puede resumirse de la siguiente manera: todo tiene una causa; por lo tanto, el universo tiene una causa; la causa del universo es Dios; por lo tanto Dios existe. Este argumento tiene varios problemas. Pero, el más evidente es el siguiente: si todo tiene una causa, entonces Dios tiene una causa y si Dios tiene una causa ¿Cuál es la causa de Dios? Podríamos, entonces, irnos al infinito preguntando por la causa de la causa de Dios o detenernos en alguna parte. Los defensores de la existencia de Dios pararán en Dios y dirán que Dios es la primera causa, es la causa incausada, la causa que no tiene causa. Sin embargo, si este movimiento es válido, ¿por qué no parar en el Universo en lugar de Dios? ¿Por qué no decir que el universo no tiene causa, que es una causa incausada? Tenemos evidencia de la existencia del universo, pero no tenemos evidencia de la existencia de Dios ¿por qué preferir a este en lugar de aquel?

El otro problema es que la ley todo tiene una causa es aplicable a segmentos del universo y no al universo como un todo. Por ejemplo, si el universo estuviera compuesto de tres bolas de billar, cada una de las cuales al moverse causara el movimiento de la otra, tendría sentido preguntarse por la causa del movimiento de cada bola, pero no parece que tenga sentido preguntar por la causa del universo. Por esa razón, en el caso del universo, la pregunta "¿cuál es la causa del universo?" carecería de sentido y su respuesta no sería necesaria.

El argumento de la contingencia. En la época medieval se conocía este argumento como el argumento del ser necesario y fue Santo Tomás quien lo hizo famoso al recogerlo en sus demostraciones de la existencia de Dios. Para explicar este argumento procederemos mediante analogía. Sin duda hay cosas espaciales, cosas tridimensionales con profundidad, altura y anchura: los vasos, las sillas, los árboles, el cuerpo humano, todas esas cosas son espaciales, todas esas cosas se dan en el espacio. Pero mientras pueden no darse cosas espaciales sin que ello afecte al espacio mismo, la no existencia del espacio implica la no existencia de las cosas espaciales; es decir, si el espacio deja de existir, dejan de existir cosas como los árboles, las mesas, etc., pero si los árboles o todas las cosas espaciales dejan de existir, no por ello el espacio deja de existir. Por eso el espacio es necesario respecto de las cosas espaciales, mientras que estas son contingentes respecto del espacio. De la misma manera sucede con las cosas existentes; éstas se dan en Dios; Dios les confiere la existencia; pero mientras las cosas particulares pueden dejar de ser o de existir sin que esto afecte a Dios, Dios no puede dejar de existir sin que dejen de existir las demás cosas, por lo tanto, Dios es un ser necesario y todo lo demás es contingente. Explicado este punto, el argumento de la contingencia dice así: sin duda hay cosas que existen; y las cosas que existen tuvieron un origen y tendrán un final; pero su existencia les viene de algo; ese algo no puede a veces ser y a veces no ser, pues si dejara de ser, todo lo demás dejaría de ser; ese algo es Dios, por lo tanto, Dios existe.

Las críticas a este argumento son parecidas a las del argumento ontológico. Primero, el argumento presupone que la existencia es una cualidad. Por otro lado, no hay nada que nos garantice que Dios sea el ser necesario, pues podría ser otra cosa no considerada Dios. Finalmente, mientras es comprensible la dependencia de las cosas espaciales respecto del espacio, no es igual de claro que las cosas existentes dependan de otra cosa existente necesaria. La postulación de esa cosa que dota de existencia a las demás cosas pero que no requiere de otras para su propia existencia es innecesaria y, por lo tanto, hasta que no se nos demuestre por qué debemos aceptarla, no tenemos por qué hacerlo.

El argumento de los milagros. Se trata de un argumento muy usado en la vida cotidiana. Según este argumento, Dios existe porque existen los milagros. El asunto es más o menos así: es un hecho que hay eventos sobrenaturales, inexplicables, por ejemplo, la curación de enfermedades incurables o la resurrección. Esos hechos no pueden ser causados por la naturaleza, pues sólo un ser sobrenatural puede causar un evento sobrenatural y ese ser es Dios. Fuera de que no hay nada que garantice que ese ser sea Dios, hay otras críticas que hacerle a este argumento. En primer lugar, se puede criticar que base su argumento en los eventos milagrosos, puesto que milagroso es tan  sólo aquello que no podemos explicar con nuestra actual ciencia. Por ejemplo, en el pasado la lluvia era un evento milagroso, pero hoy en día ya no lo es, pues lo hemos podido explicar. Si en el futuro pudiéramos explicar las curaciones de enfermos terminales o la resurrección sin apelar a Dios, entonces a partir de esos hechos no podríamos inferir la existencia de Dios.

Pero hay un argumento más contundente. Del hecho de que existan milagros no se sigue la existencia de un Dios, sino tan sólo la existencia del milagro. Si un pastor impone sus manos sobre un niño paralítico y este camina, en estricto sentido no podemos decir que Dios lo curó, tan sólo que su curación se dio, no sabemos cómo, después de la imposición de manos sobre su cabeza. Por esa razón y otras, como las que veremos más adelante, el argumento de los milagros es cuestionable.  

El argumento de la experiencia mística. Este argumento es frecuentemente usado por las personas comunes y corrientes, pero fue diseñado en cristianos de tendencia mística como San Agustín. El misticismo era una doctrina cristiana que afirmaba que mediante ciertas prácticas podía tenerse un contacto directo con Dios, aunque la naturaleza de ese contacto no se pudiera describir o expresar. Cuando ese contacto se daba, ocurrían una serie de experiencias maravillosas, sobrenaturales, a las que se les dieron el nombre de experiencias místicas. A partir de esas experiencias se ideó el argumento místico que dice así: yo he tenido unas experiencias de un tipo tan especial, tan sobrenatural, que ninguna cosa de este mundo material pudo habérmelas causado; sólo un ser sobrenatural, especial, pudo haberme causado esas experiencias y ese ser no puede ser otro que Dios.

Al igual que el argumento causal, de la contingencia y el ontológico, no hay nada que nos garantice que el ser que nos produce esas experiencias místicas sea Dios. Pero hay una crítica más fuerte que hacerle a este argumento. Si Dios es el causante de esa experiencia mística, primero debe demostrarse la existencia de Dios. No se puede demostrar la existencia de la causa a partir de su efecto, si previamente no se ha tenido una experiencia de la causa (lo cual también es aplicable al argumento de los milagros). Los místicos experimentan los efectos, pero no experimentan al causante de esos efectos. Si lo experimentaran, el asunto sería diferente y la discusión se trasladaría a la salud mental de los pocos que han visto a Dios (a  menos que todos lo viéramos). Además, modernamente la ciencia ha podido crear experiencias de tipo místico vertiendo sustancias químicas en la sangre. Así, parece que los responsables de las experiencias místicas son los químicos del cerebro cuya aparición inducimos mediante la imaginación y la autosugestión y no la actuación de algún ser sobrenatural sobre nuestra mente.

El argumento de la utilidad. También es un argumento muy usado por la gente. Según ese argumento, existe aquello que sea útil. Y, puesto que Dios es útil, porque las personas que creen en él ajustan más su comportamiento a las normas morales y son más felices, entonces, Dios debe existir. El argumento que afirma la existencia de una cosa a partir de su utilidad puede tener validez en ciertos ámbitos. Por ejemplo, aunque nadie ha tenido la experiencia de partículas subatómicas, postulamos su existencia y sus propiedades porque ello nos sirve, nos es útil, para explicar y predecir otros fenómenos. Pero en el caso de la existencia de Dios el asunto es diferente. No es la existencia de Dios, sino la creencia de que existe (junto con otras creencias más), la que hace que algunas personas cumplan con las normas y sean más felices. Una cosa es la existencia de Dios y otra la creencia en su existencia. Esta última es un fenómeno de tipo mental cuya existencia, desde cierto punto de vista, es incuestionable, en cambio, Dios es un ser fuera de nuestra mente, supuestamente independiente de ella. La existencia de la creencia, sin embargo, no se prueba por su utilidad, sino por otros medios. La utilidad, en este caso, no nos prueba la existencia de la creencia, pero tampoco la existencia de Dios. La existencia de una creencia y de un dios es algo que debe probarse usando otros criterios, no usando la utilidad.

Fuera de eso es también cuestionable la idea de que las personas que creen en Dios son mejores en su comportamiento y son más felices. Colombia es un país muy religioso y, sin embargo, es uno de los más violentos, en los que más se violan los derechos humanos. Holanda es uno de los países menos religiosos y sin embargo, no se ve allá tanta crueldad o violencia como la que se ve en Colombia. De manera que Dios no parece servir para lo que dice el argumento que sirve. Y entonces se plantea uno la pregunta, ¿para qué sirve la existencia de Dios? ¿Qué cosa no podemos hacer sin apelar a esa creencia?

El argumento teleológico o de la finalidad. Este argumento, de raigambre medieval, afirma lo siguiente: todas las cosas tienen un fin o propósito; ese fin o propósito ha sido dado por alguien, por su diseñador, ese diseñador es Dios, por lo tanto Dios existe. Expliquemos este argumento con un ejemplo. Un reloj es un aparato diseñado para cumplir una tarea o un propósito específico: dar la hora. Todas sus piezas están cuidadosamente diseñadas y engranadas para que pueda cumplir a cabalidad su tarea. Pero ese diseño no pudo haberse creado por sí solo, alguien tuvo que diseñarlo teniendo en cuenta el cumplimiento del propósito, en el caso del reloj, ese alguien es el hombre. Ahora bien, también el universo exhibe un orden, tiene elementos que se relacionan entre sí para funcionar de cierta manera. Ese funcionamiento debe tener un propósito. Pero, por un lado, el propósito debió haber sido dado por alguien y, por otro, el orden y organización del universo para el cabal cumplimiento de ese propósito, también debió haber sido dado por alguien. Ese orden no pudo haberse creado sólo, por lo tanto, Dios existe.

En principio podemos pensar que el universo no tiene propósito alguno y también imaginar que su orden no vino dado por alguien externo a él sino que fue creado por la interacción de sus propios componentes siempre existentes. Con esta sola suposición ya ponemos en aprietos al argumento teleológico, puesto que éste considera que todo debe tener un propósito y nosotros no, que toda cosa con un diseño inteligente debe haber tenido un creador igual de inteligente, pero nosotros no creemos eso. Y no lo creemos porque si dios es inteligente, podríamos decir que alguien lo diseñó a él y lo hizo con un propósito, pero, entonces, iríamos hasta el infinito o tendríamos que parar en alguna parte. ¿Por qué parar en Dios si el universo es algo de lo que tenemos suficientes pruebas de su existencia?

El argumento teleológico o de la finalidad llevó a San Agustín a problemas dentro de su sistema filosófico, pues afirmaba que Dios era bueno por naturaleza, no podía ser malo y que, además, tenía mucho poder. Pero también afirmaba que fue el creador del universo y que le dio un propósito y que su propósito era que todo estuviera bien. Resulta, sin embargo, que en el universo hay calamidades, sufrimientos, enfermedades, injusticias, hombres que son víctimas otros hombres, etc. Ese universo fue el diseñado por Dios. Por lo tanto, o la maldad y el sufrimiento no son algo malo, o Dios no es bueno, o no es todopoderoso. Esto era lo que se derivaba del argumento de la finalidad. San Agustín, resolvió el problema apelando a la libertad humana, pero esta cuestión es distinta del asunto de la existencia de Dios.

Ninguno de los argumentos a favor de la existencia de Dios ha tenido éxito. Por eso la existencia de Dios, sigue en entredicho. Esto, sin embargo, ya lo sabía el Apóstol Pablo quien exigía fe. Si fe es creer en lo que no se ve y ver es la prueba reina de todo, entonces, creer en dios por fe, es creer sin pruebas y buscarlas es un error.

7 comentarios:

Joseph Kabamba dijo...

.
Amigo Germán,

La cultura es cultivo de la inteligencia.
Los hombres naturalmente tenemos el deseo de saber y de conocer de dónde venimos y a donde vamos.

El argumento ontológico de Anselmo de Canterbury da un salto desde el pensamiento a la realidad. Muchos filósofos modernos consideran también que la realidad es solo pensamiento.

Me desconcierta usted cuando parece querer decir que los filósofos quieren demostrar que Dios es el Dios que se ha revelado a Israel y encarnado en Jesucristo.
Eso es ya apologética.

En cuanto a la crítica que hace del argumento diciendo que la existencia no agrega nada, le diría que el acto de ser es el que hace que los seres sean. Un perro pensado no muerde.

Claro que la existencia no es una cualidad. El ser es un trascendental, no es un predicamento.


La prueba de la existencia de Dios por las causas es concluyente.
En efecto, es evidente que el Universo se mueve.
Si se mueve debe ser movido por otro.
El primer motor debe ser inmóvil.
A ese motor inmóvil lo llamamos Dios.
(no podemos pararnos en el universo, porque el universo se está moviendo).




No es la falta de éxito de las pruebas filosóficas, sino la eficacia del conocimiento de fe.

Yo sé muy poco sobre la electricidad, pero me sirvo de ella desde niño. Me bastó lo que me dijeron mis padres.

En el conocimiento de fe (confianza en el testimonio ajeno) está implícito el conocimiento racional.
Sin embargo, el filósofo, aunque conozca a Dios por el testimonio de otros, busca las razones de su experiencia de fe.

La existencia de Dios no “sirve” para nada. No se trata de un “interés” sino de conocer la verdad. Nadie quiere que le engañen.

Las pruebas metafísicas dan cuenta de ese deseo. Por ejemplo, la que se apoya en el orden del universo. Si entro en mi cuarto y todo está ordenado, es seguro que alguien lo ordenó.

Las pruebas antropológicas (las de Agustín de Hipona no son místicas, sino antropológicas) también tienen éxito, pues el deseo de felicidad que todos tenemos debe poder ser satisfecho.

El filósofo que no osa pensar a Dios, está cortando sus alas.

Leonardo Polo nos propone un método para ponerse en condiciones de conocer a Dios, si alcanzamos a abandonar los objetos pensados, ejerciendo el hábito innato de sabiduría.

El éxito vendrá, para cada uno, al encontrarse con Dios.

Atentamente
Joseph Kabamba

.

Joseph Kabamba dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Joseph Kabamba dijo...

.
Merci Germán por la confianza que me muestra y la oportunidad que me da de pensar a Dios.

Le diría en primer lugar que la filosofía avanza o crece en el tiempo.
Polo presenta la historia de la filosofía como un crecimiento (irrestricto, sin cerrarse en el Absoluto como Hegel) en el que se recorre el camino propio al Inteligir humano. Cada persona sigue intelectualmente, cuando puede y quiere, ese camino: todos pasamos, si pensamos, desde los presocráticos, tras Platon y Aristóteles, tras Agustín, Anselmo y Tomás, tras Occam hasta la “altura de nuestro tiempo”. Los grandes filósofos son los que hacen “avanzar” o “crecer” la filosofía. A veces la inteligencia se mete por caminos sin salida, pero adquiere experiencia para no equivocarse y vencer las aporías.

En cada época, o desde cada perspectiva, siempre ha habido hombres que descubren la existencia de Dios, según la “altura de su tiempo”.
También en el seno de la filosofía del lenguaje, pienso que los ha habido y hay, como Anscombe.

Para abordar el argumento llamado ontológico de Anselmo de Canterbury, debemos tener en cuenta la cima de la filosofía en ese momento.
Pues aunque el modo de razonar recuerde al de los filósofos del lenguaje, no está a la misma altura.

A mí me ha servido para hasta cierto punto comprenderlo, una modalidad del argumento ontológico que propuso años más tarde Buenaventura. Dice así : “Si Dios es Dios, Dios es”.

Le ruego que olvide por un momento la perspectiva lingüística y preste atención al “si”.

Tanto Anselmo como Buenaventura ponen una condición. Es decir, si aceptamos que la realidad son las ideas, la idea de Dios exige su existencia.

Los materialistas ponen una condición : todo es materia.
Cuando reducimos la capacidad de nuestra razón, afirmando que el conocimiento debe limitarse a la experiencia científica, o al consenso estadístico, o al mundo de las ideas, cortamos las alas que necesitamos para ir más allá.

La flecha no conoce el blanco, pero va hacia el blanco. Aunque no podamos conocer en la flecha, con claridad y certeza el blanco, algo nos dice de él la flecha que se mueve.

El filósofo es hombre abierto por la admiración. De ahí que tratemos con respeto todos los argumentos.

Tomás de Aquino no acepta la condición de Buenaventura y Anselmo, pues piensa que no es la misma realidad la realidad de mis ideas que la realidad del mundo físico. Dios no pertenece a ninguna de esas dos realidades, pues es el Creador trascendente de ambas. Pero los hombres tenemos la capacidad de elevarnos a un conocimiento imperfecto, pero real, de Dios.

Anselmo ha osado pensar a Dios. Y lo descubre en su razón, pues tiene confianza en las ideas.
¿Es un iluso?

Atentamente
Joseph Kabamba
.

xxx10 dijo...

critica a la razón pura Inmanuel kant, dialéctica transcendental, simplemente derrumba todos los argumentos en favor de la existencia de dios, el alma y el mundo. asombrado de que todavía se pierda el tiempo de esta manera.

Joseph Kabamba dijo...

.

Kant creyente.

Kant no niega la existencia de Dios.
Su teoría del conocimiento no le permite confirmar que sus ideas (incluida la idea de Dios) existan en la realidad.
Pero para comprender lo que según él conocemos, necesitamos las ideas de Dios, del alma y del mundo. Son como canutos trascendentales por los que nos expresamos.

En cualquier caso “debemos” vivir como si Dios existiese. Tenemos ese imperativo moral.

Eso no es lo mismo que la postura de los que temiendo la existencia de Dios (al pensarlo como enemigo de nuestra libertad) van a ampararse en el agnosticismo, para vivir como si Dios no existiera.

Si seguimos a Kant debemos creer en Dios, de lo contrario no conoceríamos nada. Ni el mundo, ni nosotros mismos.

Considero que es una demostración “práctica” de la existencia de Dios.
Kant sabía bien que se vive mejor viviendo como si Dios existiera.

Pienso que Kant se equivoca en muchas cosas, pero en otras no.
Parte de una hipótesis, que no comparto, que reduce la capacidad de nuestro conocimiento.
Pero desde su altura filosófica el argumento es válido.

Atentamente
Joseph Kabamba

.

Germán Valencia dijo...

Bueno, lo del trabajo de Kant es algo que queda referenciado en esta misma entrada en el argumento ontológico. En lo que sí no puedo estar de acuerdo es en pensar que por que alguien ya demostró algo, entonces no hay que volver sobre ello. En primer lugar, siempre es bueno, sobre todo en filosofía, evaluar lo que otros han dicho, Kant podría no tener la razón y tenerla Joseph, por ejemplo. En segundo lugar, porque en filosofía se vuelve una y otra vez sobre los mismos problemas aunque desde ópticas o perspectivas diferentes. Y, en tercer lugar, porque aunque sea repetición de la repetidera, es una forma de informarle a la gente, sobre todo a aquellos que no conocen los argumentos de Kant, ni los de Russell, ni los de nadie. Así que encuentro perfectamente justificado volver sobre estos temas.

Germán Valencia dijo...

Para joseph. En la Crítica de la Razón Pura, Kant cree trazar los límites de lo que se puede conocer y de lo que no. En su opinión Dios, la cosa en sí y, en general, toda la metafísica, son producto de la razón cuando intenta ir más allá de los límites del conocimiento. ¿Qué significa lo anterior? Significa que todo lo que digamos de Dios, la cosa en sí, etc., al igual que la postulación de dichas entidades no puede considerarse conocimiento o saber. La posición del primer Wittgenstein, que intentaba trazar los límites del sentido y del sinsentido, es semejante a la de Kant, solo que desde un punto de vista linguístico. Toda la metafísica es, para este Wittgenstein, un intento de decir lo que no se puede decir, de lo que sólo se puede experimentar. Finalmente, en cuanto a si Kant creía o no en Dios. Parece que al final de su vida rehabilitó su creencia en él, aunque siempre sostuvo que estaba más allá de los límites del conocimiento humano.