lunes, 31 de enero de 2022

Del SinSentido

Me siento aquí a contemplar el sinsentido de la vida. Desde aquí, desde esta colina, veo la ciudad, el sol caer, el humo fundirse con su luz, la silueta de los edificios… Todo muy bello. La belleza es sólo el impacto del ambiente sobre mi cerebro, son sólo químicos que brotan en respuesta a colores, formas y aromas, en respuesta al aire frío rozando mi cara y al profuso ruido a lo lejos. Allá abajo están todas estas personas, millones de ellas, montadas en sus millones de automóviles, de motocicletas, conectadas en sus millones de dispositivos a través de miles de satélites y antenas. Son millones. Allá abajo está esa porción de algo parecido a un organismo vivo, una pequeña porción de la sociedad global. Cada uno va afanado, cada uno con su saber y sus preocupaciones, con sus ambiciones y tristezas, con sus deseos y privilegios, cada uno ensimismado, absorto en su vida y en las de los cercanos, desconociendo las multitudes que le rodean. Cada uno creyendo ser el primero y el último, el definitivo, como lo han creído en el pasado casi todos los humanos, aunque no aparezcan en los libros de historia. ¿Qué sería de sus vidas si descubrieran, de repente, la muerte?

No es que no sepan que la gente muere o que no hayan visto a un muerto. NO es que no sepan que van a morir, es simplemente que no piensan en eso, en su propia muerte, sino hasta cuando están a punto de morir o cuando alguien amado se les muere. ¿Qué sería de sus vidas si no creyeran que hay vida después de la muerte? ¿Y qué si no la hay? ¿Y qué si la muerte es la nada, el no ser? Si así es la muerte -un estado de no dolor, de no conciencia, de nada- entonces no puede ser motivo de preocupación para nadie. Lo precioso es la vida, eso es lo raro, es lo irrepetible, al menos para cada vida individual. Pero si la muerte no es nada y es el fin individual, también parecería que toda la vida humana, todos sus afanes son nada. Y no sólo esta vida, sino aquella y aquella otra y todos los millones de vida que desde aquí arriba observo.

La muerte no es sólo de los individuos. También la especie perecerá. En el futuro nuestra sociedad colapsará. No importa si tarda mucho o poco, la especie perecerá. Y así como con las vidas individuales, habría que decir de la especie: toda la historia, todas las guerras, todos los dramas, todas las ambiciones, toda la competencia de una sociedad con otra, toda búsqueda de hegemonía, vale nada, será un esfuerzo vano. También aquí cabría decir que la vida de la especie es lo raro, lo improbable, al menos en este planeta y en esta parte del universo; por esa misma razón habría que decir que todos sus dramas son preciosos.

Desde aquí contemplo el sinsentido de la vida, el sinsentido que consiste en que todo perecerá a pesar de nuestros esfuerzos. Pero, aunque parezca que la vida es un evento raro, en realidad no lo es. Las vidas de allá abajo no son las primeras ni las últimas. Este planeta no es el primero ni el último. Desde la perspectiva de los eones y los universos, la vida es algo normal: surge y se esparce aquí y allá, cambia aquí y a allá, se extingue en un lugar para volver a surgir en otro. Este es un descubrimiento maravilloso: las especies son finitas, lo mismo que los individuos; la vida, en cambio, renace una y otra vez.

Tenemos, empero, la impresión de que no es así, de que todo se pierde: la memoria, la ciencia, el arte, la tecnología, el odio y el amor… Y sí, se pierde para una especie aquí y ahora, pero todo eso vuelve a surgir en otro lugar, en otra especie. El ciclo es la clave… ¿Qué sentido tiene un ciclo? ¿Qué sentido tiene repetirse una y otra vez incesantemente? No hay otra explicación: es la fuerza de los acontecimientos, es la energía que brota, se desenvuelve y se desarrolla hasta agotarse, es la voluntad. Sin embargo, para nosotros la muerte es algo lejano, tanto si se la piensa desde el punto de vista individual, como del de la especie: vivimos como si nunca fuéramos a morir, luchamos como si nuestra huella en este mundo fuera a permanecer eternamente, como si siempre se fuera a construir sobre lo construido en una infinita y ascendente esfera de progreso. Nada más falso que eso. Por eso algunos vivimos pensando en la muerte, cargando con el lastre de la vida, deseando no ser ya, ni ahora, ni nunca y otros vivimos al día, sin más plan y sin más lucha que hacer lo necesario para la supervivencia.

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