lunes, 25 de septiembre de 2023

Todo perecerá

No sabemos si hay otros universos, no sabemos si hay más vida que la de este planeta, no sabemos si aquí están las únicas especies autoconscientes, capaces de conocer el universo como nosotros lo conocemos. Desde el punto de vista de la ciencia, lo contrario es, al menos hasta la fecha, teoría, especulación o fantasía. Cabe, entonces, la posibilidad de que esta sea la única vez que exista un universo y, consecuentemente, la única vez que exista la vida. Si las cosas fueran así, seguiría siendo cierto, en todo caso, eso de que la vida no tiene un propósito fijado con antelación, sino que es simplemente algo que pasa. Si hubo, hay o habrá vida más allá de este planeta es algo que estará por verse; sea lo que sea, lo esencial no cambia.

Volvamos a la ciencia. La ciencia dice que nuestro universo tuvo un origen. Y que su final será un universo frío, oscuro y sin energía. Sin energía significa también sin vida. Sobre lo demás no dice nada porque no hay evidencia por el momento de nada más. Si no hay circunstancias que atenten contra nosotros seguramente saldremos a la Luna, a Marte y quizás podamos ir más allá. La ciencia ficción nos muestra las posibilidades del futuro humano. Todas ellas derivadas de lo que actualmente conocemos y sabemos de él. Frente a muchos de estos temas, la ciencia guarda silencio. Son demasiadas cosas por predecir y demasiadas las variables que desconocemos para hacerlo; la ciencia busca comprender el mundo, no es propio de ella, sin embargo, arrojar predicciones de tan largo alcance.

Lo importante es que, según la ciencia, hay un principio y un final para este universo y, si nos atenemos sólo a lo que nos consta, nuestro destino, en caso de trascender este planeta y este sistema solar, será morir con este universo. La vida, pues, según esto, tiene un final, un final definitivo. Ahora anticipemos el estado de nuestro saber. Quizás nuestro camino al saber del universo se trunque por alguna destrucción masiva, por alguna pérdida de conocimiento, o porque nuestra limitación es muy grande y no podemos alcanzar el saber total: no tenemos los medios técnicos, ni cognoscitivos para poder descifrar los secretos del universo. En ese sentido, nos quedaríamos con un saber aproximado que, con todo, sería suficiente para crear una sorprendente variedad de tecnologías.

Por otro lado, como individuos biológicos que somos también estamos sujetos a evolución y diferenciación…. En el futuro, de nosotros podrán partir otras especies. Esas especies quizás hereden parte de nuestro saber. Pero también en el futuro habrá inteligencia artificial y robots. Estos podrían ser los herederos de nuestro saber y quizás para ellos sí sea posible el conocimiento total. 

Visto de este modo, hay un continuo, no una separación, entre lo humano y lo no humano, entre el humano y las demás especies, entre él y su entorno. La tecnología es naturaleza, es tan naturaleza como las formas de vida no creadas por la humanidad. No hay una oposición entre humanidad y naturaleza. Hay una continuidad. Todo lo que el ser humano toma y transforma, todas las evoluciones que ha tenido y que tendrá son evoluciones de la naturaleza. Las especies que extingue, los hábitats que daña podrían llevarlo a su destrucción, a menos que encuentre una forma de mantener un ambiente sostenible. Y quizás pueda lograrlo, sustituir un ecosistema por otro, uno con menos diversidad biológica que sea útil para sustentar la vida humana.

De ese ser humano saldrán los robots y las inteligencias artificiales y ellas podrían ser, en el futuro, las que sustituyan al hombre y a toda forma de vida biológica. Una vida cibernética. En ese caso, ella será la depositaria de nuestros logros cognoscitivos siendo vida de otra forma. Cumplirá los imperativos vitales, organizándose de otras maneras. Una misma y sola inteligencia, por ejemplo, podrá estar al tiempo en diversos cuerpos mecanizados y distribuir sus tareas entre ellos. Una misma persona distribuida en diversos cuerpos que asumen distintas tareas y objetivos. Esta es una forma de existencia que podemos imaginar por analogía con nuestros actuales computadores o celulares. También podemos ver una inteligencia artificial en un cuerpo, que luego se pasa a otro cuerpo o que se replica y se divide en otros cuerpos, siguiendo cada una de ellas su propia historia. Ese podría ser uno de los futuros.

Las inteligencias artificiales y los robots podrían ayudar a desarrollar la biología, diseñar organismos con propósitos diversos, para ambientes distintos, incluso con inteligencia; de la vida cibernética emergería luego la vida biológica, que entonces sería heredera de su saber. Un continuo en el que las formas biológicas, cibernéticas, mixtas o de otro tipo, se diversifican y alternan, expandiéndose por el universo, aunque al final también perezcan. Y en ese largo proceso, los frecuentes olvidos o pérdidas de saber de unas especies serán, seguramente, recuperados por otras en otro tiempo y en otra parte. De ahí la frase: conocemos lo que otros han conocido, lo que otros conocerán.

Si no logramos salir de este planeta, nuestra especie perecerá y con ella todo lo logrado. Pensar en eso puede tener un impacto en quien lo vislumbra. Puede tener el impacto de sentir que nada de lo que ha ocurrido en la historia tiene sentido o vale la pena. Cualquier cosa da lo mismo: ciencia o no ciencia, sociedades tecnificadas o cazadoras recolectoras, lo que sea da lo mismo porque todo se irá a la caneca de la basura. Puede tener otro impacto, el impacto de que como esta es la única vida, debemos vivir hasta cuando nos toque. De los que así piensan, tenemos a los que les parece vivir bien de un modo o de otro, lo importante es disfrutar, pasarla bien. Pero también a los que consideran que hay que disfrutar al máximo y desarrollar todas nuestras potencialidades como especie porque esta es la única vida y hay que prolongarla hasta donde se pueda con las herramientas que se tengan.

No se necesita de mucha reflexión para darse cuenta de que las personas no consideran demasiado estos asuntos. Buscan el poder, el saber y la hegemonía como si fueran a ser eternos, como si tuvieran que serlo. Aman, comen y bailan, como si no fuera a haber un final. En esa ceguera crean la ciencia o los mitos, las técnicas y las tecnologías que nos permiten satisfacer nuestras necesidades y hacer frente a las amenazas. Es ahí donde la ciencia puede tener más ventaja que el mito: en el hecho de que la sociedad que la posea, si la usa sabiamente, tiene más probabilidades de prevalecer y perpetuarse que las otras. Sin embargo, si al final nos espera la muerte, ¿de qué servirá todo ello? 

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